Todo lo posible

Cuando el teatro habla de amor de una forma distinta.

Dis-cursus es, originariamente, la acción de correr aquí y allá, son idas y venidas, andanzas, intrigas. En su cabeza, el enamorado no cesa en efecto de correr, de emprender nuevas andanzas y de intrigar contra sí mismo. Su discurso no existe jamás sino por arrebatos de lenguaje, que le sobrevienen al capricho de circunstancias íntimas, aleatorias.

Roland Barthes

Este pequeño texto que cito pertenece a “Fragmentos de un discurso amoroso”. Podría, con esta obra de teatro y dicho libro, realizar una tesis sobre el tema, pero sería un plomo y creo que no aportaría mucho a la cuestión en sí. Solo quiero dejar en claro que las tensiones que mueven esta puesta en escena orbitan dentro del universo mismo del amor y lo que sucede con él. Así como en el amor las cosas a veces simplemente pasan, le sucedió a Roland Barthes un estúpido accidente que le quitó la vida. Michel Foucault escribe al respecto como que “Roland había muerto por un objeto estúpido e inútil, un auto”.

Me parece que tendríamos que arrancar por la forma del escenario. Ya que el mismo queda detrás de un redondel de madera que lo hace girar sobre sí mismo. A sus costados los espectadores se encuentran más cerca de la escena que lo normal.

 

El punto, o el primer punto, es cuando este escenario redondo gira empujado por los actores. Gira y gira cuando sucede alguna situación en la cual no hay mucha solución al drama. Volveremos sobre esta forma de neurosis que se muerde la cola.

Me asombra la austeridad escenográfica. La austeridad en el trabajo de arte. La pregunta es por qué esto no molesta. Hay un devenir muy prolijo en el desarrollo de la historia. Es tan fresca la actuación de los cuatro actores, tan inusual, tan creíble y conmovedora que simplemente el resto de lo que no está fácilmente se imagina.

En cuanto a la trama podemos decir que funciona con ciertos mecanismos que despide la culpa y el deseo sobre una circunstancia de apego en la que uno de los enamorados ya no lo está y siempre es complicado aclarar esto cuando el otro no quiere ver la realidad de lo que está sucediendo con la pareja.

 

 

El reclamo o la lástima se acentúan luego de un accidente con un auto, como el mismo Roland Barthes, salvo que nuestro actor en esta ficción solo queda paralítico. Entonces sucede que la relación pasa de un sentimiento en extremo cruel y caprichoso a una actitud lastimera y posesiva.

Sobre estos sentimientos pendula una historia fresca y conmovedora que se retuerce entre los límites que crean al amor y al deseo mas despojados de todos los prejuicios morales y de género.

Las cosas simplemente suceden y esa aceptación se postula como un principio taxativo y lacerante, más allá de los conflictos que genera la culpa. La yuxtaposición y el contraste entre el deseo más animal y el remordimiento más furtivo invitan a sentir un estado liviano pero peligroso, como se manifiestan las cosas cuando el corazón rumea presagios hacia cierta libertad imposible.

 

Dramaturgia: Lorena Romanín
Actúan: Guido Botto Fiora, Salome Boustani, Marco Gianoli, Claudio Mattos
Vestuario: Lorena Romanín
Diseño de escenografía: Isabel Gual, Facundo Guerreschi
Diseño de luces: Diego Becker
Realización de escenografia: Facundo Guerreschi
Diseño gráfico: Mariana Rovito
Asistencia de dirección: Jimena Morrone
Prensa: Carolina Alfonso
Dirección: Lorena Romanín
Teatro: El camarín de las musas, los domingos a las 20 hasta el 30 de junio.